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Para
algunos maestros y maestras, después de haberse formado durante cuatro meses en
el uso de tecnologías como mediadoras de conocimiento, probablemente sean más
las preguntas que las certezas: ¿Cómo enfrentar el reto de hacer útil y
provechosa la relación con las TIC dentro del aula?, ¿cómo resolver las
ansiedades, inquietudes y temores que implicará en el día a día ese proceso
para cada docente?, ¿cómo vivir con tranquilidad esa incertidumbre?, ¿cómo
enfrentar exitosamente la primera clase con las nuevas tecnologías en el aula?
La
respuesta debería estar en el conocimiento pedagógico y tecnológico que se ha
compartido durante la formación, pero tal vez justamente lo que potencian estas
tecnologías en el aula es una relación con más incertidumbres que
certezas. Además, hay un componente emocional que está asociado a la manera
como cada docente aborda los cambios. En este sentido, la respuesta no está en
el proceso formativo docente; éste ya dio la preparación técnica e
intelectual. Los aspectos asociados a mantener el control del manejo de las
tecnologías en la clase, a aceptar que hay estudiantes que pueden saber más
sobre un tema que el docente o que el conocimiento no es hoy patrimonio
exclusivo del maestro, exigen otras condiciones que no necesariamente se
enseñan en un programa de formación. Condiciones que se encuentran más en la
vocación y en el contenido emocional que tiene la labor de la docencia para los
maestros y maestras. En ese plano, la disposición para asumir
positivamente los cambios es el principal motor.
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